lunes, 1 de noviembre de 2010

Todo pasa

Lo más importante: no identificarnos con las circunstancias de la existencia. La vida es como una película, y es de hecho una película que tiene un principio y tiene un fin. Distintas escenas van pasando por la pantalla de la mente. El error más grave de nosotros consiste en identificarnos con esas escenas. ¿Por qué? Porque pasan, sencillamente porque pasan; son escenas de una gran película que al fin pasan. Afortunadamente, en el camino de mi vida senté como lema siempre eso: no identificarse uno con las circunstancias diferentes de la vida.
Me vienen a la memoria, casos dijéramos de la niñez. Como quiera que mis padres terrenales se habían divorciado, nos tocaba a nosotros los hermanos de una gran familia, sufrir. Habíamos quedado nosotros con el jefe de la familia y se nos prohibía visitar pues a la jefa, o sea a nuestra madre terrenal. Sin embargo, nosotros no éramos tan ingratos como para poder olvidar a la jefa. Me escapaba siempre de mi casa con un hermanito menor que me quería. Ibamos a visitarla y luego regresábamos a casa, mas mi hermanito sufría mucho, pues al regreso se cansaba porque era muy pequeño, y yo tenía que llevarlo entonces sobre mis espaldas, ¡qué tan pequeño estaría! Y lloraba aquél amargamente, decía: “Ahora, al regresar a casa, el jefe nos va a azotar, nos va a dar de azotes y de palos”. Yo le respondía diciendo: “¿por qué lloras? Todo pasa, acuérdate que todo pasa”. Cuando llegábamos a casa, ciertamente nos aguardaba el jefe lleno de grande ira, y nos daba de latigazos. Posteriormente nos internábamos en nuestra recámara a dormir; pero ya al acostarnos, le decía yo a mi hermano: “¿Te fijas? Ya pasó, ¿te convences que todo pasa? Eso ya pasó, todo pasa”.
Un día de esos tantos nuestro jefe alcanzó a oír cuando yo le decía a mi hermano: “todo pasa, eso ya pasó”, y claro, mi jefe que tenía el orgullo enorme –dijéramos que era bastante iracundo–, empuñó de nuevo el látigo terrible que traía, penetró en la recámara de nosotros diciendo: “¿Con que todo pasa, sinvergüenzas?” Y luego otra azotaina más terrible nos dio, retirándose después, al parecer muy tranquilo por habernos azotado. Ya que él se retiró, un poco más quedito le dije a mi hermano: “¿te fijas? Eso también ya pasó”. Es decir, nunca me identificaba con esas escenas, y tomé como lema en la vida jamás identificarme con las circunstancias, con los eventos, con los acontecimientos, por que sé que esas escenas van pasando. Tanto que uno se preocupa porque tiene un problemazo, que no haya cómo resolverlo, y después ya pasa y viene otra escena completamente distinta; entonces, ¿para qué se preocupó? Si tenía que pasar, ¿con qué objeto se preocupó?
Cuando uno se identifica con los distintos eventos de la vida, comete muchos errores. Si uno se identifica con una copa de licor que le están ofreciendo un grupo de amigos “briagos”, pues resulta borracho. Y si uno se identifica con una persona del sexo opuesto en un momento dado, pues resulta fornicando, y si uno se identifica con un insultador que lo está hiriendo a uno con la palabra, resulta también insultando.
¿A ustedes les parece cuerdo que uno de nosotros, que somos gentes –bueno, aparentemente serias ¿no?–, resultemos insultando? ¿Ustedes creen que eso estaría bien? Si uno se identifica con una escena, por ejemplo de puro sentimentalismo llorón, donde todos están llorando amargamente, pues uno resulta también con sus “buenas lagrimas”. ¿Ustedes creen que eso está correcto, que otros nos pongan a llorar así, porque les dio su gana? Esto que estoy diciéndoles a ustedes es indispensable, si es que ustedes quieren auto-descubrirse. Es indispensable, porque si uno se identifica completamente con una escena, quiere decir que se ha olvidado de Sí Mismo, se ha olvidado del trabajo que está haciendo, y entonces está perdiendo el tiempo tontamente. Las gentes se olvidan de Sí Mismas completamente, se olvidan de su propio Ser Interior Profundo, por que se identifican con las circunstancias.

(El conocimiento de si mismo - V. M. Samael Aun Weor)

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