sábado, 22 de enero de 2011

Antropología profana y Gnóstica

Ha llegado la hora de comprender que en todos los países del orbe, palpita la sabiduría oculta, ha llegado la hora de entender que bajo las Pirámides de Egipto, floreció la sabiduría de los Hierofantes; ha llegado el momento de saber que en las Pirámides de Teotihuacan aún se escucha el verbo que resuena de los antiguos Maestros de Anáhuac. En nombre de la verdad, he de decir que la sapiencia cósmica fluye y palpita en todo lo que es, en todo lo que ha sido, en todo lo que será.
A través del tiempo, distintos Hierofantes del saber resplandecieron en la noche profunda de todas las edades: ora Hermes Trismegisto, el tres veces grande Dios Ibis de Thot, grabando su sapiencia en la "Tabla Esmeraldina"; ora los grandes sabios de la antigua Grecia, enseñando a las multitudes desde los Misterios de Eleusis; ora los Hierofantes de Asiria y de Persia; ora los Sacerdotes Incas, que brillaban como soles resplandecientes en el Alto Cuzco (Perú); ora la sapiencia soberana de los grandes Sacerdotes de Anáhuac, el arte magistral de nuestros artistas Toltecas de la lejana Tule. Sí: por aquí, por allá y acullá, resplandece la sabiduría de todas las edades, la sabiduría oculta.
Existe una gran diferencia entre la Antropología meramente profana y la Antropología Gnóstica. La Antropología meramente profana, mediante asociaciones de tipo intelectivo, saca deducciones lógicas que pueden no estar de acuerdo, en realidad de verdad, con los principios esoteristas de Anáhuac, o de los Toltecas, o del Egipto, etc. Pero la sabiduría gnóstica, la Antropología Gnóstica, basada en reglas precisas y en principios tradicionales eternos, sabe extraer de las piedras arcaicas toda la sapiencia esotérica. Así pues, debemos diferenciar entre la Antropología Gnóstica y la Antropología meramente intelectiva.

(Discurso “ha llegado la hora” – V. M. Samael Aun Weor)

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